No se me da bien dibujar, sin embargo, uno de mis ases bajo la manga para impresionar a los niños pequeños es dibujarles un elefante. Es un truco infalible que llevo haciendo desde que la niña impresionada fui yo, calculo que con unos siete años, y el artista un amigo íntimo de mis abuelos que, además de dejarme boquiabierta, se tomó la molestia de enseñarme a dibujarlo.
Cada vez que tengo delante una hoja cuadriculada dejo dos cuadros a la derecha del margen antes de empezar a escribir (ni uno ni tres, tienen que ser dos), porque así me lo inculcaron en el colegio.
Leo todo lo que escribe Javier Aznar y escucho Hotel Jorge Juan desde que me lo recomendó mi hermano Jaime, que también me ha descubierto a Peyró y a tantos otros autores de los que ahora no quiero perderme nada.
Creo más playlists en Spotify de las que debería y no me gusta hacerlas públicas hasta tener su título, foto y concepto bien trabajados, y es una obsesión que me contagió Paloma.
Me echo crema en las manos empezando siempre por los dorsos, porque así he visto a mi madre hacerlo desde que era pequeña.
Utilizo bastante la palabra confort desde que la introdujo mi prima Ana en nuestro vocabulario en la adolescencia. También honestamente, que repite Ainhoa a menudo, o la expresión careta quitada, que trajo a mi vida Pablo, ante el cual siempre voy al descubierto.
Soy del Real Madrid porque en mi casa se es del Real Madrid, aunque lleve sin interesarme de verdad por un partido desde la marcha de Xabi Alonso en 2014. También porque me gusta ver contentos a mis primos, hermanos y amigos.
Siempre en el equipo que defiende la supremacía de Friends, de vez en cuando me sorprendo citando momentos de Cómo conocí a vuestra madre porque a mi hermano Borja le gusta más. Estuvo un año sin poder mantener una conversación que no acabase vinculando a la dichosa serie y se ve que el monotema hizo mella en mi memoria.
Me he mudado al colorete en stick en vez de en polvo desde que me lo descubrió Silvia, a la que le copio todos los potingues que me echo en la cara.
A excepción de Taylor Swift y Hans Zimmer, podría decir que el 80% de la música que más me gusta la he descubierto gracias a mi padre, que además es el culpable de la cinefilia en nuestra casa.
He renunciado a la belleza en la muñeca izquierda y no soy capaz de quitarme el Garmin. No solo lo utilizo para correr, sino también para medir pasos, sueño, y movidas de deportistas en las que me han introducido mis amigos triatletas, encabezados, por supuesto, por Javier.
Replico las mismas manías que mi primer jefe manejando una hoja de Excel, que a la vez intento transmitir a las incorporaciones más jóvenes que hemos tenido en el equipo.
Soy incapaz de seguir la música reguetonera de actualidad y pillo las modas tarde (descubrí Si Antes Te hubiera Conocido en septiembre y en una escapada de fin de semana de boda grité tantas veces, y con tanta emoción, ese «yo me caso contiiiiigo», que creo que a mis amigos les va a recordar a mí siempre) pero las pocas que me aprendo son gracias a Marta, que me hizo hasta una playlist para que estuviese un poco al día. Prometo que voy a intentarlo.
El fun fact sobre mí que más me enorgullece es ser capaz de narrar el gol de Iniesta en la final del Mundial de 2010 desde el inicio de la carrera de Navas por la banda. Se lo debo a mi padre, que estuvo cuatro meses poniendo esa parte del Informe Robinson dedicado al mundial cada noche, antes de irse a la cama. La mayor parte de las veces lloraba emocionado. Como consecuencia, yo lo tengo grabado a fuego, y he de confesar que más de una vez me ha hecho quedar fenomenal entre hombres, hasta que descubren que todo lo que sé de fútbol está encerrando en ese «intenta irse, se va Navas. Vamos que se desmarca Torres. El mundo contra Navas que tiene ahí…».
Podría seguir escribiendo en esta línea durante horas. De hecho, sin ir más lejos, escribo esta newsletter porque Palo y Cris Ll. me jalearon desde el minuto uno para que escribiese, sacudiéndome la vergüenza.
Somos trozos de los demás y yo cada vez me reconozco más como un collage de manías, costumbres y cosas que me gustan no solo de mí, sino de la gente que me rodea.
Como canta Jorge Drexler, a cuya música me aficioné este verano (gracias a Jaime, para variar), nada se pierde, todo se transforma.
¡Buen comienzo de semana!
BM.
Next stop: tu podcast😏 Por seguir siempre jaleandote!!!
Yo meeee casoooo contigooooooooooooo