La semana pasada me llamó por teléfono mi abuela y me sacó de un letargo tan real como metafórico. Era un viernes a las siete y media de la tarde y llevaba un rato remoloneando en la cama, incapaz de ponerle fin a una siesta de pijama que pretendía poner un punto y aparte en una semana agotadora.
«Solo te llamo para decirte que ya tengo la receta que me pediste el otro día». Todavía a oscuras y bastante desubicada, recordé que la última vez que comimos juntas le había preguntado por un guiso de alcachofas que llevaba mucho tiempo sin hacer. Tras ver que le fallaba la memoria y no era capaz de recordar el plato del que le estaba hablando, yo había cambiado de tema con una naturalidad completamente fingida. Me costaba entender que no recordase algo que hasta hacía apenas un año cocinaba con cierta frecuencia. En menos de un mes cumplirá noventa y dos años y aunque esto es algo que debería entrar en el guion, la realidad es que, hasta hace muy poco, la cabeza y memoria de mi abuela K sorprendían a todo aquel que hablase con ella. Reconozco que me abruma mucho pensar que esto no vaya a ser así siempre.
Según me contaba por teléfono, se había quedado tocada después de nuestra conversación y quiso trastear con varios ingredientes hasta recordar el plato y sacar su receta. Llamaba para decirme que lo había conseguido y procedió a explicarme el paso a paso, mientras yo interrumpía pidiendo detalles porque ella es de las que le echa al fuego «lo que le pide» y yo busco replicar con la mayor exactitud posible todo lo que cocina.
La anécdota no tiene más, pero a mí me enterneció muchísimo. Me recordó a un apunte que le escuché en un podcast a Andrés Trapiello, en el que resaltaba que a veces en las cosas más sencillas es donde la gente se muestra mejor y da lo mejor de sí misma.
Mi abuela ya no oye casi nada y apenas ve. Lo lleva como puede e intenta no quejarse, y yo sé que es algo que lleva a la oración con frecuencia porque me lo ha confesado alguna vez. Ya no disfruta de las películas y no puede leer. Hablando de la lectura sí que desprende mucha melancolía porque fue ávida lectora. Siempre que me ve con un libro en la mano me pregunta muy interesada por lo que estoy leyendo. Yo le cuento, a sabiendas de que en algún momento de la conversación suspirará diciendo que no poder leer es lo que peor lleva. Hubo una época en la que intentaba esconderle mis libros para evitarle el mal trago, pero desde que me dijo que lee a través de mí, procuro destinar un ratito de nuestras conversaciones a actualizarle sobre mis lecturas.
La cocina siempre ha sido uno de sus puntos fuertes y el que más ha podido estirar en el tiempo. El hábito de cocinar a diario ha sido de los últimos a los que ha tenido que renunciar, nada fácil considerando que ha sido una parte inherente a su persona durante muchísimos años y además algo que le hacía llenar las horas y sentirse útil. Imaginármela en la cocina, enfrentándose a sus limitaciones y decidida a sacar una receta para compartírsela a su nieta, me emocionó. No sé cuánto tardó en dar con ella, cómo de grande fue el desastre que montó en la cocina o si en algún momento estuvo a punto de echar piñones o lentejas a la olla en lugar de sal (no sería la primera vez). Lo que sí sé es que lo intentó y terminó consiguiéndolo.
Todavía tengo pendiente seguir la receta, pero los quince minutos de llamada telefónica de aquel viernes me han dado algo a lo que agarrarme en una época en la que me he reconocido con frecuencia sedienta de palabras de aliento y alguna que otra palmadita en la espalda. Sin yo esperarlo, las he encontrado camufladas en una receta de alcachofas y en un ejemplo a seguir que me recuerda la importancia de abrazar cada oportunidad de ser mejor, de jugar la partida lo mejor posible con las cartas que me han tocado y de seguir intentándolo. Con lo que se pueda, pero seguir intentándolo.
Y salir a por todas.
¡Buen comienzo de semana!
BM.
Me has emocionado mucho Marta. Que crack es tu abuela K y cuanto hay que aprender de ella en la vida. Gracias por hacer de mi lunes algo diferente.
Imposible no emocionarse con este Bearing. Qué suerte de abuela, qué suerte de nieta y qué regalo tu mirada!